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¿Derechos humanos o un sistema zurdo? Por Juan E. Batista

La feroz y permanente campaña mediática, dirigida desde Estados Unidos en contra de la supuesta violación de los derechos humanos en Cuba, se ha recrudecido a través de las transnacionales de la desinformación, especialmente tras el inevitable fallecimiento de un preso común, quien se declaró en huelga de hambre para hacerle el juego a los grupúsculos contrarrevolucionarios y al vecino del norte que les paga por sus espúreos servicios.
Esta vez no pretendo referirme a las archiconocidas cifras de uno y otro lado, válidas para hacer comparaciones, porque como bien escribiera el compañero Fidel Castro Ruz en sus reflexiones acerca de la reforma sanitaria propuesta por Barack Obama y aprobada en Estados Unidos, luego de múltiples enmiendas, la misma excluye a millones de personas; mientras que en Cuba hace medio siglo que la salud es gratuita para todos, sin excepción.

Mi objetivo es reflejar, con un hecho para nosotros inconcebible a la luz de la realidad de la justa sociedad que hemos construido, cuál es la verdadera faz que, en materia de salud, prevaleció en Cuba hasta el primero de enero de 1959 y subsiste en la mayoría de los países capitalistas, fundamentalmente en los del esquilmado Tercer Mundo.

Un gran amigo mío, oriundo de mi querida ciudad de Las Tunas, Esmel Iglesias Almanza, me refirió una anécdota que ejemplifica, de manera escalofriante, el desprecio de la clase dominante por  los seres humanos desheredados de la fortuna, condenados a morir por no disponer del dinero suficiente para enfrentar los embates de una enfermedad o someterse a una intervención quirúrgica de urgencia.

Cuenta Iglesias que en el mismo año que yo nací, 1942 y cuando él contaba tenía 10 de vida, recibía cinco pesos mensuales por cumplir las tareas diarias de mensajero, mozo de limpieza y lavador de pomos para el dispensario en la unidad de la Compañía Farmaceútica Domínguez, exactamente la que estaba ubicada en la esquina de las calles Ramón Ortuño y Vicente García.

Una de las actividades que recuerda Iglesias, era la de servir balones redondos de oxígeno solicitados para pacientes ingresados en el pequeño y casi insalubre hospitalito civil, ubicado en la calle Lico Cruz, cerca del paradero del ferrocarril central.

Cada vez que los dueños de la farmacia encomendaban al mensajero el traslado al hospital de uno de aquellos balones, la orden era clara y precisa: “Esto vale tres pesos y si no le pagan debe traerlo de regreso inmediatamente”. Si el paciente grave no tenía el dinero, no había oxígeno sin tomarse en cuenta que podía perder la vida.

Muchos integrantes de familias pobres que no tenían el dinero, les rogaron al niño Esmel Iglesias para que dejara el balón de oxígeno, mas él no podía incumplir la advertencia de los patrones; por eso recordaba, con amargura, cómo ante la gravedad de un ser humano, la posibilidad de que una vida se salvara, no se tenía en cuenta.

El salvajismo de un sistema deshumanizado queda al desnudo, cuando mi amigo asegura que lloraba a escondidas, porque al regresar a la farmacia con el balón lleno, este no podía ser devuelto al cilindro mayor y, entonces, en un acto que se me antoja criminal; el contenido se botaba.

¿Ese es el respeto a los derechos humanos que pretenden imponernos los “democráticos” capitalistas? Qué va, esos criminales procederes no tienen cabida en la acción de un pueblo libre y soberano, capaz de compartir lo poco que tiene con sus hermanos de todo el mundo, especialmente en la esfera de la salud.
¿Qué moral tienen Estados Unidos y sus testaferros, enriquecidos mediante el sudor y la sangre de millones de hombres de los llamados pueblos del sur, hacia los cuales no hacen más que exportar la miseria, las guerras genocidas y los deshechos contaminantes?

¡No y mil veces no! El sistema capitalista es, por esencia, zurdo en materia de derechos humanos. Su entraña criminal será puesta al descubierto por la realidad de Cuba y de otros países que luchan, sobre todo en América, para que impere la justicia y la igualdad; a pesar de sus amañadas y mentirosas campañas mediáticas.

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