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ESTO ES UNA MASACRE MUSICAL. Colaboración de Carlos Tamayo Rodríguez. (Primera parte)

ESTO ES UNA MASACRE MUSICAL. Colaboración de Carlos Tamayo Rodríguez. (Primera parte)

Recientemente se publicó el excelente y polémico análisis sobre «La vulgaridad en nuestra música: ¿una elección del pueblo cubano?»,2  en el cual su autora plantea varias preguntas ―no retóricas― a quienes deciden la difusión musical en la radio y la televisión, y a los organizadores del programa-concurso LUCAS, de la TV.

   No lo esperábamos, pero en Granma recibimos la callada por respuesta. El asunto pasó a Cubadebate, motivado en la red por otro texto de valía,3 con la libérrima participación de foristas de todo tipo, hasta llegar a la chusmería, las ofensas, o sea, al ciberchancletazo. Allí pueden leerse hasta descalificaciones a nuestro ministro de Cultura, el narrador, editor y ensayista Abel Prieto Jiménez, provenientes del autor y cantante del reguetón Chupi chupi, Osmani García, autoproclamado La Voz, título que exhibe en un brazo tatuado.

Obviaré criterios de especialistas en teoría de la comunicación sobre el funcionamiento de los distintos canales que funcionan en la díada emisor—receptor de mensajes. La primera vez que le puse atención a la letra del reguetón de marras no la entendí bien por los neologismos marginales, monemas en itañol, rusoñol, vaya uno a saber de qué Piso 6 de la Torre de Babel, o de otra dirección de El Vedado habanero, «Dónde si no». Después, me negué a aceptar el fin de la historia de la cultura, la muerte del buen gusto, de la decencia artística, la clausura de la inteligencia y el respeto al más humilde prójimo, ya ni siquiera al Ministro de Cultura de un país.

Un resorte salvador me activó el cerebro para realizar paralelamente un ejercicio de comparatística textual a medida que escuchaba. Por ejemplo: Era una cleptómana de bellas fruslerías robaba por un goce de estética emoción.

(Luna-Agustín Acosta)  

Dame un chupi chupi,
que yo lo disfruti,
abre la bocuti,
y trágatelo tuti.

Dame un chupi chupi,
dale ponte cuqui,
y apaga la luqui,
que se formó el balluqui.

 (Se repite seis veces durante la ejecución.) (Osmani García). Continuará...

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