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ESTO ES UNA MASACRE MUSICAL ( Segunda parte)

ESTO ES UNA MASACRE MUSICAL ( Segunda parte)

Colaboración de Carlos Tamayo Rodríguez.

Como todos sabemos, la radio y la televisión no se subordinan al Ministerio de Cultura (MINCULT), responden a la política trazada por el Partido para el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), por lo que es necesario buscar la forma de aunar los intereses a través de un mecanismo que evite contradicciones en los objetivos: existe el documento conjunto MINCULT-ICRT,  pero lo cierto es que no acaban de conciliarse ambas políticas promocionales; en los medios encuentra espacio la mediocridad, la banalidad, la torpeza, tanto extranjera como nacional.

La censura por incultura es la peor de todas las censuras. Quienes realizan programas musicales requieren del conocimiento de los repertorios selectos, lo mejor de la música cubana no es lo que se trasmite todos los días y a toda hora. ¿Cuántas veces en un año se escucha la voz del tenor Mario Travieso?

No debemos olvidar que estamos arriesgando la identidad cultural del país; todas las pelotas que nos tiran del Norte las recibimos y jugamos con ellas, muchas veces ¿sin saber? las consecuencias que esto puede traernos. Por ejemplo, el hip-hop, de la cultura norteamericana, con predominio del rap, ha permeado con su honda a adolescentes y jóvenes, con un impacto muy fuerte en sus preferencias. He visto una revista cubana de hip-hop, en soporte papel, pero no otra de punto cubano. Muchos jóvenes deben preferir ya la improvisación de los raperos a la de los repentistas nuestros.

Como en el evento teórico del Festival de música popular Barbarito Diez de 2005, vuelvo a recordar la Ley Torricelli, cuyo Carril Dos se propone «lograr la transculturación paulatina del pueblo cubano». No podemos hacerle el juego. La programación de radio y TV hay que concebirla con intencionalidad, siempre a favor de la identidad cultural cubana. Ya hay una parte de la juventud a la cual tenemos que desintoxicarla de los mensajes recibidos a través de nuestros medios. En una misma noche ponen varias películas norteamericanas (de catastrofismo, terror, violencia, sueño americano, etc.) La parrilla contiene un alto por ciento de programas de diversas temáticas producidos en Estados Unidos, lo cual me hace pensar que la TV nacional pondera el capitalismo.

La célula rítmica nuestra es flexible, adaptable, se fusiona y sigue sonando el timbre inconfundible de «lo cubano». Pero músicos de probado talento, con grandes facultades para la composición, en lugar de crear nuevos géneros, originales, para la contemporaneidad y para el futuro, dedican su tiempo y su inspiración a cubanizar lo extranjero de dudosa calidad, como el reggaeton. Nos llegan músicas de diversos países, y los imitadores no se hacen esperar; imitan hasta la forma de vestirse y la gesticulación de aquellos. Se estimula la creación de grupos de ese tipo, que triunfan con el apoyo de la TV y la radio; al poco tiempo de creados penetran los circuitos de difusión, graban discos, realizan giras, promovidos por la agencia estatal de rap creada al efecto. La globalización se impone; sin embargo, agrupaciones de música popular tradicional cubana no logran romper las barreras para compartir con otras de nuestro país que saturan las pantallas en programas estelares.

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