El Delegado de Sabanazo
Las bases del sistema democrático cubano radican en las nominaciones y elecciones de los Delegados del Poder Popular. En mi modesta opinión este es el ejercicio más democrático en Cuba, y lo digo sobre la experiencia vivida cuando formé parte de la candidatura electoral de mi país en el año 1993.
Tenía entonces 31 años. Era profesor de inglés en la Secundaria Básica Mario García Incháustegui, y corresponsal voluntario para los espacios informativos de la programación de la Emisora Radio Juvenil.
El pueblo de Sabanazo, zona sur del municipio Calixto García en Holguín, ubicado entre los asentamientos de Omaja y Mir, por la vía férrea central, me nominó como uno de los candidatos a Delegado por la Circunscripción 63.
Sin la intervención de partidos, ni influencia de grupos de poder, y con transparencia total, el pueblo de mi comunidad votó por mí, con un 87 por ciento de los votos, aunque el otro candidato tenía condiciones también para representarnos en la Asamblea Municipal.
Asumí esa responsabilidad en momentos muy difíciles para la patria. Cuba atravesaba el Período Especial, se había derrumbado el campo socialista, y la falta de combustible y los apagones se convertían en debilidades que ponían en riesgo el proceso social que construíamos.
El pueblo revolucionario apoyaba en todas las actividades del barrio; pero el abasto de agua seguía siendo un planteamiento histórico sin solución en el poblado. Durante décadas el Tren Chaparrita, comandado por el maquinista Rafael Ordoñe (Yeyo), a través de la vía estrecha, traía desde Vázquez un tanque cisterna repleto hasta la boca para mitigar la sed las familias del caserío.
Ya en la ´última década del siglo XX la situación de agua era más grave y sin solución. Había desaparecido el ramal de vía estrecha, el último pitazo del Chaparrita se escuchó a finales de 1988, la escases de piezas de repuesto para las turbinas y el diesel para echarlas a funcionar, se convertían en una agonía constante para el joven Delegado.
Aparecieron las yuntas de bueyes como fuentes renovables de energía, las carretas tiradas por tractores fueron quedando atrás y de pronto mi abuelo, que había sido carretero, propuso el tiro de agua con tanques encima de una rastra de madera en forma de V, rosilla, atada a una cadena de hierro y un tanque con sogas bien ajustadas de fibra de yarey, se conjugaron armoniosamente para que todos los habitantes de la zona, paliaran el déficit de agua potable.
Así fueron mis inicios como Delegado. Vivencias que seguiré contándoles en próximos comentarios.
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